La Apología de Sócrates es una versión de Platón de la autodefensa hecha por Sócrates al ser acusado de engañar a la gente con sus discursos, corrompiendo a la juventud y promoviendo el ateísmo entre la población.
En éste discurso, Sócrates insiste en que la verdad es una virtud de la sabiduría, y que no hay efecto sin causa. Por ello, todo efecto tiene su propia causa.
Indica que su mala fama se debe a la sabiduría que posee, despertando envidia en quienes son menos sabios que él. Explica que su sabiduría se basa en reconocer su propia ignorancia sobre los temas del universo, al contrario de aquellos que presumen de sus conocimientos.
Ante la acusación de enseñar a cambio de dinero, Sócrates se defiende apasionadamente, ya que ello implicaría una condición de sofista la cual el filósofo rechazaba enérgicamente, al opinar que los sofistas pertenecían a aquellos que alardeaban de sus conocimientos y sabiduría, a quienes siempre despreció.
Uno de los presentes, Meleto, le acusa de ateísmo, a lo cual éste responde indicando que el ateísmo es la no creencia en dioses y que él, Sócrates, sí cree en dioses. Que no sean los de la ciudad, eso es otra cosa
También le acusa Meleto de corromper a la juventud ateniense, a lo cual el filósofo argumenta que si él corrompe a los jóvenes, que entonces que él explique las razones por las que la gente disfruta observando cómo interroga a los que se creen sabios sin serlo, y que en caso de que fuera cierta la acusación, entonces deberían haber asistido al juicio los corrompidos y sus familiares para vengarse de él mediante acusaciones.
Luego establece un diálogo com Meleto, quen está obligado a responder las preguntas que le haga el filósofo al haberse presentado como testigo. A lo largo de éste diálogo se revela que Meleto lo acusa para ponerlo a prueba, sabiendo muy bien que no es ateo, y que le ha acusado por pura desvergüenza, vehemencia y temeridad juveniles, para someterlo a prueba con el fin de averiguar si de verdad es tan sabio como dicen.
Sócrates manifiesta no temer a la muerte cuando se trata de la justicia, sino todo lo contrario. Si él temiera a la muerte, entonces no creería en los dioses. Da la razón de su arrogancia ante la muerte al explicar que ni siquiera ha invocado a sus familiares para que le ayuden a que los jueces le absuelvan de las críticas falsas.
Finalmente, Sócrates concluye esta primera parte de su apología, dejando la justicia en manos de los jueces y dejando claro su superioridad sobre los demás en la creencia de los dioses.
En la segunda parte de esta apología, Sócrates es condenado, después de haber votado todos los jueces. Hay más votos en contra que a favor, y por ello, no consigue la absolución pero, es condenado a pagar una multa y no a la pena de muerte, como hubiese ocurrido de haberse dado una mayoría absoluta
Sócrates señala que por falta de tiempo no ha conseguido deshacer las calumnias y convencer a los jueces para que lo absuelvan. Por lo tanto, sugiere pagar una multa mucho menor a la impuesta, lo que molesta al jurado, quienes vuelven a votar, consiguiendo ésta vez una pena de muerte por mayoría.
Sócrates se despide de los jueces que le habían condenado y de los que le habían absuelto, prediciendo a la vez el futuro a los que le condenaron, diciéndoles que les llegará un castigo mucho más duro que el que él ha recibido.
Explica a los jueces que le han condenado que si se esperaran, su deseo de matarlo se cumpliría. Reflexiona sobre el fundamento de que la muerte sea un bien, señalando que si la muerte es ausencia de toda sensación, entonces la muerte sería para él un maravilloso beneficio, y si por otro lado, se trata de un tránsito del alma de este mundo a otro, será también para él una alegría, porque se encontrará con las demás almas de los muertos, y con los verdaderos jueces que impartirán la justicia.
Sócrates se dirige a los jueces que votaron a su favor para que no teman a la muerte, sino que sepan que a un hombre de bien no puede sucederle nada malo ni en esta vida ni después de la muerte, pues los dioses nunca se olvidan de sus problemas.
Antes de morir, Sócrates realiza una súplica a los jueces: que cuando sus hijos sean mayores les convenzan y les fustiguen como él hizo con ellos también.
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