Aristóteles, también llamado el Estagirita, por su lugar de nacimiento, Estágira, macedonia, aportó muchas teorías al mundo de la filosofía, y el pensamiento, además, fue tutor de Alejandro Magno, a quien luego se enfrentó por diferencias en sus pensamientos políticos.
El acontecimiento histórico fundamental de la época es la formación del imperio macedonio a manos de Alejandro Magno. La conquista de la Hélade por parte de los ejércitos de Alejandro va a suponer la desaparición definitiva del antiguo ideal de la polis. Las antiguas ciudades estado griegas, sus leyes y sobre todo el concepto de ciudadano que subyacía en ellas, desaparecen, y dan lugar a un conjunto de pueblos agrupados bajo una instancia superior –el Imperio- de tal modo que las leyes son las leyes del imperio y el ciudadano es ciudadano del imperio. Aristóteles siempre mantuvo el ideal político de la antigua Grecia, lo que le llevó a enfrentarse con su antiguo discípulo.
Tras las conquistas de Alejandro Magno el centro principal de la ciencia griega pasó de Atenas a Alejandría. Los atenienses habían abandonado el estudio científico y, o bien habían caído en la superstición, o bien cultivaban un pensamiento cínico, como queda demostrado en las ideas de los estoicos y los epicúreos. En todas sus campañas, Alejandro va a llevar consigo ingenieros, filósofos y agrimensores que van a levantar planos de los países conquistados, a la vez que recogen observaciones sobre historia natural y geografía. Así, esta información recogida por los ejércitos de Alejandro, que a su vez era una consecuencia y una necesidad de su actividad militar, va a producir que la ciencia griega deje de ser una actividad puramente especulativa, del corte de la ciencia pitagórica, y se convierta en empírica y práctica, proceso que se va a desarrollar durante la vida de Aristóteles.
El ambiente filosófico de la época sigue marcado por el pensamiento socrático- platónico. De hecho, Aristóteles fue discípulo de Platón y toda su obra no es más que un enfrentamiento contra los postulados platónicos
a) Ser y ente
Para Aristóteles, posiblemente el filósofos griego que más ha incluido en el pensamiento occidental, la Filosofía es fundamentalmente Metafísica, porque se ocupa de estudiar las causas últimas de la realidad que están más allá del mundo físico. Pero también Platón había considerado que estas causas últimas de la realidad, o más bien la realidad misma, estaban más allá del mundo físico: en el mundo inteligible. La diferencia entre ambos radica en que, mientras Platón despreciaba al mundo sensible por ser una copia de las Ideas del mundo inteligible, Aristóteles partirá precisamente de este mundo sensible. Por eso, mientras Platón hace hincapié en las esencias, el centro de la filosofía aristotélica son las substancias. Todos los entes, todo lo que existe, según Aristóteles, va a ser una substancia.
La característica fundamental de toda la realidad –o de toda la Physis o naturaleza, que es el término que utiliza Aristóteles- es que es una substancia, o está compuesta de substancias, es decir, por entes, por cosas que existen. La característica fundamental de la Naturaleza entonces, es la existencia. Todas las cosas de la Naturaleza, todos los entes, tiene como característica y elemento básico y común que existen. A la existencia Aristóteles también la llama Ser.
Mientras para Platón, sólo tenían existencia real las Ideas, para Aristóteles todas las cosas de la Naturaleza tienen existencia real por sí mismas, y por eso son Substancias.
Aristóteles va a ser un filósofo realista, es decir, su pensamiento va a partir de la realidad sensible, que según él es la única realidad existente. De esta manera, frente a la dualidad de mundos postulada por Platón y la afirmación de éste de que la auténtica realidad se encuentra fuera del mundo sensible, en el mundo inteligible, Aristóteles va a afirmar que la única realidad es la del mundo sensible, puesto que este mundo es el único existente. Niega, por lo tanto, la separación en dos mundos establecida por Platón.
Como todos los filósofos griegos, Aristóteles busca un principio, o arjé, de todo lo que existe, encontrándolo en la única realidad existente para él: el mundo sensible, la Physis o Naturaleza. Aristóteles plantea que lo que se encuentra en la Naturaleza son entes. Ente es todo aquello que tiene existencia, que existe. Ahora bien, los entes son de muchos tipos y sería una labor ardua e interminable intentar encontrar el arjé de cada ente en particular. De esta forma, Aristóteles se va a plantear inmediatamente la pregunta de qué es lo que tienen todos los entes en común. Por la ciencia, Aristóteles sabe que hay una serie de características comunes que hacen que podamos definir un ente como ente matemático, ente físico, etc. ¿Cuáles son entonces las características comunes de todos los ente, qué es lo que hace que todos los entes sean entes, independientemente de si son entes físicos, matemáticos, etc.? la respuesta que va a dar Aristóteles a esta pregunta es que lo que todos los entes tienen en común es que existen, que son. Lo que los entes tienen en común, por lo tanto, es la existencia, el Ser.
b) Movimiento
A diferencia de Parménides y Platón, Aristóteles afirma que la Physis es fundamentalmente movimiento. La naturaleza del ser es el movimiento y todos los entes poseen el movimiento como parte de esa naturaleza. En Aristóteles, el término “Naturaleza” tiene tres acepciones distintas: en primer lugar, es el conjunto de todo lo que existe.: el Cosmos; en segundo lugar, es aquello que hace que cada ser sea lo que es, aquello que determina la existencia de un ente, su principio ontológico y, como tercera acepción, naturaleza es aquello que determina el télos o fin de cada ente, es decir, aquello que marca lo que cada ente debe llegar a ser. Y esto, el hecho de que un ente tenga un fin que alcanzar, deba ser algo, implica necesariamente el movimiento.
Aristóteles parte del conocimiento de los entes, de la Physis tal y como se presenta a los sentidos. Y los sentidos le dicen que en la Naturaleza existe el movimiento.
Así, Aristóteles va a afirmar que todos los ente se componen de potencia y acto. El acto es lo que un ente es, el ser del ente, la potencia es lo que un ente no es pero puede llegar a ser. El cambio, entonces, es un paso de la potencia al acto, es decir, de lo que un ente puede llegar a ser a su ser. No existe entonces un paso del no ser absoluto al ser, puesto que en la potencia está ya lo que un ente puede llegar a ser, el ser del ente, pero no de forma actual, sino potencial. Un ente no puede llegar a ser algo que no sea ya en potencia, que no pueda llegar a ser, puesto que entonces nos encontraríamos con un paso del no ser absoluto al ser.
c) Substancia y accidente
Según Aristóteles, en todo ente encontramos una substancia y unos accidentes. La substancia es lo que el ente es en sí mismo, es lo que subyace a los accidentes y lo que queda una vez eliminados éstos. Es lo que le da entidad al ente. Los accidentes son las determinaciones que se le añaden a la substancia, pero que no forman parte del ente. Es decir, el ente podría seguir siendo el mismo ente si cambiaran los accidentes, pero no podría seguir siendo el mismo si cambiara su substancia. Las conclusiones que podemos extraer de esta doctrina son dos: a) el ente es la substancia, sin ninguna otra determinación; b) la substancia, lo que queda después de eliminados los accidentes, es incognoscible, no podemos captarla por medio de los sentidos y por lo tanto no podemos conocerla. Sabemos que existe porque si no, no habría entes, no habría ningún substrato en el que se apoyaran los accidentes y no se podría explicar por qué un cambio en los accidentes no afecta a la
entidad del ente, por qué el ente sigue siendo el mismo aunque cambien los accidentes.
d) Materia y Forma
Según Aristóteles todas las substancias están compuestas de materia y forma. En todo cambio hay algo que permanece, aquello que nos permite afirmar que algo es substancia: ese algo que permanece en los cambios es la materia. Ahora bien, la materia en sí misma es informe, indeterminada; no podríamos decir que la materia por sí misma es la substancia, porque entonces sólo habría una substancia ya que la materia en última instancia es materia prima, la materia de la que están compuestas todas las substancias. Por lo tanto, la materia necesita una determinación para poder afirmar que estamos ante una substancia concreta, ante un ente específico. Y esa determinación que toma la materia para poder constituir un ente concreto es la forma.
La forma sería, entonces, la determinación que la materia ha adoptado en un momento concreto para poder constituir un ente o substancia primera.
Puesto que la materia es indeterminada, en la substancia la forma tiene primacía desde el momento en que es aquello que determina la substancia, que determina lo que un ente es. En este sentido, la forma se identificaría con el acto. Los entes están en acto cuando adoptan una substancia determinada y la potencia es la potencialidad de llegar a adquirir una determinada forma. La materia, por tanto, como aquello que va a tomar forma, se identificaría entonces con la potencia. La materia, como potencia, es aquello que va a llegar a determinarse en una forma concreta, es decir, que va a llegar a ser en acto. La forma es la finalidad de la materia y todos los entes tienden a alcanzar una forma determinada: un acto.
e) La Naturaleza
Ya hemos visto cómo, del análisis de los principios generales del ser, se desprende la idea de que el ser es algo que cambia y que para que se produzca ese cambio son necesarias unas causas. De esta forma, Aristóteles va a afirmar que la Naturaleza consiste en el cambio, o más bien en el principio de ese cambio. A partir de esta consideración de esta consideración de la Naturaleza como principio del cambio Aristóteles puede establecer una distinción entre los seres. Según nuestro autor los seres serán naturales cuando el principio del cambio es intrínseco a ellos y artificiales cuando el principio del cambio está fuera o es externo a ellos, entendiendo lo interno y lo externo con respecto a la substancia.
Para Aristóteles, el conocimiento es siempre conocimiento de lo universal. Es decir, para que sea auténtico conocimiento, tiene que alcanzar las definiciones universales de la realidad. En este sentido, Aristóteles estaría de acuerdo con Platón, para quien el auténtico conocimiento era el conocimiento de las esencias universales representadas por la Ideas.
Ahora bien, Platón postulaba la existencia de un mundo donde habitaban esas Ideas, de tal forma que era posible llegar al conocimiento directo de las esencias universales. Pero en el pensamiento aristotélico sólo tiene cabida el mundo sensible y en el mundo sensible, ciertamente, no podemos decir que nos encontremos con esencias universales. El conocimiento surge entonces, cuando captamos por medio de los sentidos los entes particulares de la realidad sensible.
Ahora bien, para llegar al conocimiento de lo universal es necesario que el entendimiento piense lo individual y lo convierta en universal. El procedimiento por medio del cual el entendimiento transforma lo individual en universal es la inducción. Es decir, el entendimiento generaliza a partir de las características comunes de los entes captados por los sentidos y así llega a una abstracción que constituye la esencia universal o substancia segunda de aquellos.
Como ya hemos visto, todo ente es un compuesto de materia y forma. Siguiendo esta idea Aristóteles va a afirmar que el ser humano es un compuesto substancial de cuerpo y alma, siendo el alma la forma del cuerpo que es la materia.
Puesto que toda substancia tiende a un fin que viene determinado por la forma, por el acto, el alma, como forma actual, será el fin del ser humano, será la que dirija y guíe su movimiento.
Toda actividad, como cambio que es, tiende a un fin y el fin supremo de la actividad humana es la felicidad. Según Aristóteles, la actividad humana va a consistir, en primer lugar, en autosuficiencia e independencia; en segundo lugar en seguir una vida racional conforme a la virtud y en tercer lugar en la ausencia de males vitales. Puesto que la actividad humana tiende a la felicidad y estas son las notas que caracterizan esa actividad serán también las que determinen qué es la felicidad y en especial la enumerada en segundo lugar: llevar una vida racional conforme a la virtud. Tenemos pues que toda actividad humana tiende a la felicidad, que esta felicidad es el bien supremo y que se alcanza mediante la virtud. Según Aristóteles la virtud se puede definir, en principio, como un hábito adquirido con la práctica: no es pues una ciencia que pueda ser enseñada, con lo que Aristóteles se separa claramente en este punto de la tradición socrático-platónica; en segundo lugar la virtud es el término medio entre el exceso y el defecto, es decir, algo que la razón debe establecer y en tercer lugar la virtud, como término medio establecido por la razón, es algo permanente, no varía dependiendo de la situación concreta que se juzgue. Aristóteles va a establecer una división entre las virtudes hablando de virtudes dianoéticas o de razón, como la Prudencia, y de virtudes éticas o prácticas, como la Justicia, la Fortaleza o la Templanza.
Según Aristóteles, la felicidad no puede ser alcanzada fuera del Estado. En este sentido, y como la felicidad es la finalidad que mueve al ser humano, el Estado necesariamente ha de ser anterior al individuo. Es por eso que el ser humano es un animal político: porque sin el Estado no sería posible la felicidad de los ciudadanos, es decir, su fin moral (y recordemos que los griegos se consideraban, ante todo, ciudadanos). La virtud máxima para Platón, la Justicia, que éste colocaba fuera de la Polis, en el mundo inteligible, es ahora una virtud ciudadana por excelencia: la Justicia sólo es posible en el Estado y por el Estado.
Toda substancia está sujeta a cambio y todo cambio es un paso de la potencia al acto. Este paso, como ya vimos, está dirigido por el acto desde el momento en que el acto se constituye como el fin de la substancia. Por otra parte, para que haya un cambio, tiene que haber una causa que produzca ese cambio, es decir, todo ser, para moverse, tiene que ser movido por otro. Si combinamos estas dos ideas nos encontramos con que todo ser que cambia es movido por otro ser que ya está en acto, puesto que el acto es el motor del cambio. Siguiendo esta idea hasta el fin llegaríamos a la conclusión de que toda la Naturaleza sería una cadena de actos que producen un paso de una potencia a un acto que a su vez producen otro acto que provoca otro paso de la potencia al acto y así hasta el infinito. Ahora bien, en esta situación Aristóteles se ve obligado a postular un principio de la cadena del movimiento, es decir, un ser que mueva sin ser movido por otro. Este ser que mueve sin ser a su vez movido, necesariamente tiene que ser acto puro, sin potencia, puesto que si no a su vez sería movido por otro acto y nos encontraríamos en la situación anterior. De esta forma, Aristóteles va a afirmar la existencia de un ser que es acto puro, es inteligente y mueve sin ser movido, es decir, él mismo es inmóvil. Si es inmóvil, eso quiere decir que ese ser está fuera de la Naturaleza que ese esencialmente cambio. Por eso Aristóteles llamó a este ser “Motor Inmóvil” o “Ser Separado”. Este ser separado, nos dice Aristóteles, es el que va a ordenar las distintas causas de la naturaleza dirigiendo a todas las substancias hacia su fin particular en una cadena teleológica. Como se puede apreciar aquí se contiene ya el germen de lo que, en la Filosofía Cristiana, y mezclado con elementos platónicos, va a constituir la idea de Dios.
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